Bergoglio es un jesuita ortodoxo en cuestiones dogmáticas pero flexible en materia de ética sexual. Desde el balcón y vestido de blanco, ha dado las gracias y ha pedido una oración por su antecesor, el pontífice emérito. El argentino ha bromeado diciendo que los cardenales han ido a buscar al nuevo Papa "al fin del mundo".
La elección ha sido más corta de lo que se esperaba. No hay que olvidar que el cónclave se inició bajo el signo de la división después de 10 reuniones muy intensas del colegio cardenalicio –formado por los 115 electores y los mayores de 80 años—en las que 161 purpurados alzaron su voz para hablar de la situación de la Iglesia. Aunque, al inicio de los encuentros, los cardenales prestaron juramento de no filtrar a la prensa el contenido de las discusiones, enseguida se supo que los temas más candentes fueron la necesidad de reformar de la Curia, la postura de la Iglesia ante la pederastia y la situación del IOR, el banco del Vaticano.
Pero, al margen de los asuntos polémicos, la Iglesia tiene numerosos retos por delante, y todos ellos fueron abordados en los días previos al cónclave. Antes de encerrarse en la Capilla Sixtina, los cardenales parecían tener claro que la Iglesia necesita ahora un Papa fuerte, un Pontífice capaz de reformar la Curia, organizar los dicasterios (ministerios) del Vaticano para hacerlos más eficaces, limpiar la podredumbre puesta al descubierto por el caso Vatileaks, impulsar el diálogo con el Islam, afrontar de una manera valiente el papel de la mujer en la Iglesia y la postura oficial ante la bioética. Un Papa, como dijo el cardenal Angelo Sodano en la misa Pro eligiendo Pontifice, “un pastor que anuncie el evangelio y la misericordia; un buen pastor capaz de dar la vida por sus ovejas”. Un Papa, en suma, que sepa estar al lado de los pobres en un momento de crisis mundial y que a la vez devuelva al Vaticano su influencia perdida. ¿Será capaz de hacerlo Bergoglio?